La escuela ha de ser consciente, no
indiferente,
propositiva no reactiva, crítica no
polarizada.
La escuela ha de ser memoria, no
noticia amarillista,
análisis no comentario, conocimiento
no opiniones.
No está llamada a ser
espacio de confrontación,
sí de diálogo civilizado, de
impulso, de cambio.
La escuela debe alentar la gran
trasformación,
la que anime formación de mente,
manos y corazón.
Educar en una ética de sana
convivencia
que a la vida de valor y a la justicia
razón.
Que acepte la pluralidad, construya
comunidad,
y a la política de sentido de
servicio y honestidad.
Nora Liliana Vásquez Pérez